
olvidados del cielo. Fue jesuita y el vaticano lo expulsó de la orden, por ser coherente con el sentido de la justicia. Gran pensador, filósofo, teólogo y posiblemente muchas cosas más. Una calidad humana auténtica, que dejará una huella imborrable.
Se nos ha ido, al igual que lo hizo a finales del 2009 Enrique Miret de Magdalena, otro teólogo de la asociación de teólogos Juan XXIII. Hombres de raza, sencillos de corazón y ricos de espíritu.
Valga este pequeño homenaje a los grandes hombres del siglo XX. Hasta siempre Jose María
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